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Sinmurosnews

-La sucesión que a pocos entusiasma.

Perfiles que no garantizan.

Por Alejandro Gallardo

Grupos políticos de distinta procedencia, encuestadores hambrientos de recursos y opinólogos sinaloenses se empeñan en imponer en el ánimo público el tema de la sucesión gubernamental, que tendrá lugar en dos años.

Es cierto que los tiempos ya no son lejanos, pero las preocupaciones de la ciudadanía están muy lejos de coincidir con los apetitos de los grupos de poder que buscan conservar o conquistar el gobierno.

A los ciudadanos les inquieta, ante todo, el clima de violencia que se ha extendido por toda la geografía estatal y que, en los últimos nueve meses, ha cobrado miles de víctimas: homicidios, desapariciones forzadas y robos de vehículos. Esta crisis ha dejado un reguero de víctimas colaterales: niños, jóvenes, mujeres y adultos mayores, cuya pérdida ha sido profundamente dolorosa.

Los sinaloenses no se sienten seguros ni en las calles ni en sus propias casas. Tampoco creen en las autoridades, que han sido incapaces de responder a los estragos de este flagelo, el cual también ha provocado el cierre de empresas y la pérdida de empleos.

Ante esa realidad, ¿a quién puede importarle la política?

A pesar de ello, los más acelerados hasta ahora son quienes buscan la candidatura de Morena. Desde hace meses, vemos a los senadores Enrique Inzunza e Imelda Castro recorrer colonias y comunidades marginadas, difundiendo lo que consideran logros de la Cuarta Transformación.

Inzunza Cázarez es, claramente, la apuesta del gobernador Rubén Rocha para sucederlo. Tal vez por eso se ha desactivado a casi todos los varones que podían hacerle sombra, salvo a Feliciano Castro, actual secretario general de Gobierno, quien intenta posicionarse a través de una gira estatal en torno a la figura de Pablo Neruda.

La mujer con más viabilidad política en este escenario es Imelda Castro: con una amplia trayectoria en la izquierda y buenas relaciones con el primer círculo de Morena y el Palacio Nacional.

Hay un par de mujeres más que meten a manera de relleno y son la diputada Tere Guerra quien ya perdió todo el prestigio como luchadora social logrado antes de entregarse a las miles del poder.
La otra es la alcaldesa de Mazatlán Estrella Palacios, misma que no da pie con bola para hacer un gobierno siquiera aceptable. Menos le alcanza para aspirar a una posición mayor.

Ninguno de estos personajes ha propuesto —ni mucho menos implementado— políticas públicas eficaces para enfrentar la crisis de inseguridad, el desempleo o la sequía. Todos forman parte de un proyecto político que no mueve un dedo sin línea directa desde el gobierno.

Dicho lo anterior, ninguno garantiza que, de llegar al gobierno estatal, defenderá los intereses de la ciudadanía por encima de las instrucciones que emanen de la presidenta Claudia Sheinbaum o del partido.

Morena necesita un perfil que haya demostrado eficiencia, cierta independencia, resultados tangibles y atención a las aspiraciones ciudadanas.
Sinaloa no necesita continuidad; requiere un nuevo rumbo con liderazgo.

¿Y la oposición?

Hasta ahora, ofrece poco o nada.

Los nombres presentados por la dirigente estatal del PAN, Wendy Barajas, no representan una competencia real frente a Morena. A la diputada Roxana Rubio, desde su etapa como dirigente, ya se le ubicaba como alineada al tercer piso del Palacio de Gobierno. Memo Romero y Mingo Vázquez no tienen proyección estatal, y aunque Eduardo Ortiz es considerado un buen hombre, carece de arrastre popular.

En el PRI, la disputa está entre la senadora Paloma Sánchez y el diputado Mario Zamora. Él, especialista en perder elecciones; ella, campeona en conseguir posiciones plurinominales.

Movimiento Ciudadano, que empieza a asomar la cabeza como fuerza emergente en el país —aunque con los mismos vicios de la política tradicional— tiene como aspirante al diputado Sergio Torres. No obstante, podría ser desplazado por un perfil más ciudadano: Sergio “Pío” Esquer.

Así están las cosas en esta lucha anticipada por la sucesión. Una competencia que, por ahora, no entusiasma ni garantiza nada.
Como dirían en el rancho: se ve tan malo el pinto como el colorado.
Y como digo yo: es lo que hay.

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