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-Mensajes y mensajeros
Por Alejandro Gallardo
El 11 de julio fue una fecha emblemática por más de una razón.
Ese día se cumplieron diez meses del inicio de una sangrienta guerra interna entre facciones del narcotráfico en Sinaloa, un conflicto que ha dejado a su paso miles de víctimas, familias enlutadas y una profunda sensación de impunidad. Una guerra entre cárteles que no ha podido ser contenida, pese al despliegue de miles de elementos de las fuerzas armadas y de seguridad.
Esa misma jornada, en una corte de Estados Unidos, Ovidio Guzmán—hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán y uno de los cabecillas de una de las facciones enfrentadas—se declaró culpable de diversos delitos relacionados con el narcotráfico. A cambio, se presume, obtendrá una reducción en su condena. ¿La moneda de cambio? Según trascendidos tanto en México como en Estados Unidos, sería información clave que permitiría capturar a otros integrantes del crimen organizado, así como a empresarios, políticos y funcionarios—de la vieja y de la nueva guardia—que han colaborado, por acción u omisión, con el narco.
Mientras eso ocurría al norte del continente, en el epicentro del conflicto, Culiacán, la presidenta Claudia Sheinbaum realizaba una visita que, en teoría, debía ser de supervisión institucional, pero que en los hechos dejó más preguntas que certezas. En lugar de acudir a Mazatlán para dar el banderazo al operativo de seguridad nacional por el inicio del periodo vacacional, optó por encabezar la inauguración de un pequeño quirófano en la capital sinaloense. Un acto simbólico y austero, que contrastó con la gravedad de la situación que vive el estado.
Sheinbaum llegó al epicentro de la guerra con el semblante serio, al igual que el gobernador Rubén Rocha Moya, cuyo gesto parecía más bien el de quien carga culpas que no se confiesan. Durante la conferencia de prensa, la presidenta reiteró su respaldo a Sinaloa y ordenó a su gabinete de seguridad, encabezado por Omar García Harfuch, sesionar en el estado al menos cada quince días. Una señal, sin duda, de que las cosas están lejos de estar bajo control.
Pero no fue solo la violencia lo que tensó el ambiente. También pesaron las declaraciones del abogado de Ovidio Guzmán, quien aseguró que sería absurdo pensar que el gobierno de Estados Unidos compartiera con México detalles sobre el acuerdo de su cliente. La presidenta respondió con firmeza, calificando al abogado como irrespetuoso, luego de que éste insinuara que la mandataria actuaba como un brazo protector de una de las facciones del narco en disputa.
Lo que pudo haber quedado como un intercambio más en la narrativa judicial y mediática, se tornó aún más complejo horas después, cuando el presidente Donald Trump, fiel a su estilo anunció la imposición de un arancel del 30% a las importaciones mexicanas. El motivo, según él: es el fracaso de México para frenar el tráfico de fentanilo y capturar a los grandes capos del narcotráfico, los mismos por los que ahora Estados Unidos parece estar negociando.
Sheinbaum ha dicho que México no será la piñata de nadie. Sin embargo, la presión sigue viniendo del norte, y todo apunta a que una vez más el gobierno mexicano deberá ceder ante las exigencias de Washington, en ese y varios temas más.
Tal vez por todo eso, por lo que pasó ese día y por lo que se avecina, los rostros tensos de Sheinbaum y Rocha se viralizaron rápidamente en redes, convertidos en memes que los bajan del pedestal y los acercan, quizás demasiado, al terreno de lo humano. De lo vulnerable.
SIN RESULTADOS
Sobre el operativo de seguridad vacacional, se hizo viral un video del asalto en plena avenida del mar a un par de turistas, lo cual y aun con la avidencias, fue negado por el gobierno municipal.
Al final, como suele decirse con resignación amarga: es lo que hay.