MÁS QUE HÉROE DE GUERRA, INTEGRANTE DEL ESCUADRÓN 201 SE SIENTE UN HÉROE DE VIDA

*Humberto Gamboa Montoya llega a sus 100 años de vida como una leyenda

Teresita Rodríguez
Este 24 de noviembre, el sargento primero Humberto Gamboa Montoya, uno de los 12 sobrevivientes del Escuadrón 201 que representó a México en la II Guerra Mundial, festejará orgullosamente sus 100 años de edad junto a su familia y amigos.
En la víspera de cumplir su centenario de vida, Gamboa Montoya se considera un héroe de vida por haber acumulado tantas satisfacciones a su paso y tener el tiempo para celebrarlas, dejando muy atrás una época difícil cuando sin esperarlo fue enviado a un país lejano en defensa de México, al que regresó triunfante al término de la segunda guerra mundial en 1945.

Con una lucidez de habla y de memoria que impresionan, Gamboa Montoya relata su historia, comparte como desde niño todo lo llevó a ese punto, con un padre militar, que pronto lo encausó a esa vida, primero en el 19 regimiento de caballería en Celaya, Guanajuato, llegando luego al Colegio Militar, y por azares del destino a la Escuela Militar de Transmisiones, de donde, finalmente fue captado a la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana (FAEM) integrándose a los 290 efectivos que formaron parte de una sección de la Fuerza Aérea de Estados Unidos (USAAF) con quienes pelearon contra los países del eje conformados por Alemania, Italia y Japón.

“¿Quién se iba a imaginar?”, cuestionó Gamboa Montoya, si México era un país tranquilo y pacífico, pero tras el hundimiento de sus buques por parte de Alemania, entró en guerra por órdenes del Presidente Manuel Ávila Camacho.
“Fue en 1942 cuando llegó la orden de la Secretaría de la Defensa Nacional que necesitaba a un grupo de jóvenes, y así se integró el equipo que recibiría el curso de perfeccionamiento en Estados Unidos. Nos llevaron a la base área de Balbuena donde hicimos el juramento que hacen aquellos que representan a la patria en alguna parte y de allí nos llevaron a la estación de trenes de Buena vista, y ya en Laredo, Tamaulipas, nos recibieron camiones de Estados Unidos. En ese entonces, todavía no sabíamos que la finalidad era ir a la guerra”, relató don Humberto, como si el suceso hubiera sido en fecha reciente.
“Ya en la base área de Estados Unidos nos dividieron. A mí me tocó en Idaho y rápidamente me destaqué en tiro. Me dieron un arma moderna que de manera automática se hacía ametralladora, sin necesidad de cargarla entre un tiro y otro, como las que teníamos en México”, prosiguió contándonos su historia.
En todo momento recibieron buen trato por parte de la milicia de Estados unidos, hasta celebraban fiestas, pero sólo el frío lo hacía temblar, ya que la preparación que recibieron los haría casi insensibles para soportar lo que vendría y que a él, en lo personal lo haría regresar con vida a México.

“Yo era muy bueno para tirar, tumbaba todo a 80 metros de distancia, eso llamó la atención a los estadunidenses. Siempre me dijeron que era el mejor, y ya en Filipinas, había compañeros que querían estar a mi lado, decían que yo era el diablo”.
“Por mi destreza para moverme y disparar, porque yo me rodaba por el suelo disparando porque mi complexión física me lo permitía y mi preparación me indicaba cómo seguir vivo derribando al contrario”, recordó el sargento de aquellas batallas que enfrentó durante la Segunda Guerra Mundial.
Admitió que le fue difícil encontrarse en un país donde el clima caluroso extremo los acosaba, así como la malaria que derribo a algunos de los compañeros del escuadrón. Ver a los caídos y no llorar ni hablar de ello, cuando mucho dejar derramar una lagrima, era la parte dura y la consigna para que no decayera el ánimo en los que seguían con vida.
Cuando sucedió lo de Hiroshima y Nagasaki con el lanzamiento de la bomba atómica, la guerra había terminado con la rendición de Japón, resaltó, pero en los campos de batalla, donde no se extendía la información seguían los frentes de batalla.

“A nosotros ya no nos permitieron entrar a esa zona por la contaminación nuclear, además de que fue una devastación total todo aquello”, señaló.
En noviembre de 1945 el escuadrón regresó a México y se disolvió. Por su parte el sargento Gamboa pidió licencia el 16 de abril de 1946 y jamás regresó a la vida militar, incorporándose al sector educativo primero en Nayarit, luego en Guasave y finalmente en Mazatlán, donde fundó las secundaria federal número 1 y número 2, también la preparatoria José Vasconcelos en 1964.

“Mucha gente, incluso militares de alto rango, nos consideran héroes, yo no me siento un héroe por haber combatido en la guerra”, alegó Gamboa, quien sí recibe con gusto y orgullo todas las condecoraciones, como el ser hijo predilecto de su natal Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, una medalla por su aporte a la educación en Guasave, Sinaloa, y la recién entregada medalla Jornadas Heroicas 2019 por la defensa de México y su trayectoria en la educación que le fue otorgada por el Ayuntamiento de Mazatlán.
Fue maestro de educación física, de Geografía física y humana y de Matemáticas, asignatura en la que siempre se destacó.
El sargenteo Humberto Gamboa Montoya, originario de Chiapas y radicado en Mazatlán, cumplirá 100 años de vida el 24 de noviembre, y para él llegar a esa edad es un verdadero logro que festejará a lo grande con amigos y familiares, con música de marimba y con su platillo favorito, el mole.

Su hija Graciela Gamboa Infante lo cuida y lo acompaña, y junto con sus otros cinco hijos, seis bisnietos y un tataranieto forman parte de su legado y su orgullo familiar, de los que presume al igual que sus anécdotas, como aquella cuando por arrojar un bolillo a un compañero en el Colegio Militar asestó con buen tino a un maestro, acto que motivó su salida.
“No sé si hice bien o hice mal, de haberme quedado en el ejército quién sabe qué habría pasado, y de maestro, pues ya fue otra la historia”, reflexionó respecto al haberse alejado de la vida militar y de lo que muchos consideran la gloria de ser un héroe de guerra.